16 de septiembre de 2024

#FreeDurov: Un hito en la batalla por la libertad de expresión en Internet

Arrestaron a Pavel Durov, el enigmático CEO y fundador de Telegram. Fue en París y sacudidó al mundo de la tecnología y reavivado un debate sobre el papel de las plataformas digitales en la facilitación de actividades criminales.

Con 39 años, Pável Durov fue detenido tras aterrizar en Francia desde Azerbaiyán, enfrentando acusaciones que podrían llevarlo a pasar hasta 10 años en prisión. Los cargos son graves: desde ser cómplice en la distribución de contenido de abuso infantil y tráfico de drogas, hasta fraude y la negativa a cooperar con las autoridades.

De herramienta de libertad a plataforma controvertida

Telegram, para muchos, es simplemente una alternativa a WhatsApp, pero en realidad es muchísimo más que eso. Fundada por Pável Durov después de abandonar Rusia por el temor a la dictadura de Putin, la aplicación ha crecido hasta convertirse en una red global de canales de comunicación, usada masivamente en países como India, Rusia, Indonesia, Brasil y Vietnam.

En lugares como Rusia, donde la censura es fuerte, Telegram ha sido vista como una herramienta esencial para la libertad de expresión, permitiendo a los ciudadanos comunicarse sin el miedo constante a la vigilancia gubernamental. Fue y seguirá siendo un bastión importante en la lucha por las libertades en el país encerrado y dominado por Vladimir Putin.

Hay que admitir que la libertad de expresión que Telegram defiende también ha llevado a la plataforma a terrenos complicados. Su estructura, que permite una comunicación encriptada y anónima, ha sido usada por grupos criminales para llevar a cabo actividades ilegales. Desde la distribución de drogas hasta la propagación de contenido violento y desinformación, la falta de moderación en Telegram ha hecho que las autoridades de varios países la vean con creciente preocupación.

Pese a eso, tenemos que preguntarnos si personas como Durov son realmente culpables de lo que se hace dentro de sus productos. Puede sonar lógico que si, pero al culpar a Apple o Samsung porque se usan sus teléfonos para realizar extorsiones como que algo no cierra, pero es exactamente lo mismo. No podemos culpar a las telefonías por lo que hagan los usuarios con sus líneas.

Esto es claramente una forma de tapar cosas mal hechas en campos donde los gobiernos son responsables. Si la educación, por ejemplo, está en manos estatales y los que salen de ella no tienen las herramientas necesarias para desenvolverse en ella, tomando el camino de realizar cosas ilegales ¿Por qué culpar a Telegram de ellos? Censurando y controlando estas plataformas están buscando tapar fallos estatales mucho más profundos.

La cosa se agrava si ponemos en la balanza que muchos de esos delitos no son reales delitos y tienen fuerte trasfondo político. Por ejemplo, organización de marchas contra el gobierno, opiniones contra ciertas medidas, oposición a guerras como la reciente entre Rusia contra Ucrania, etc.

No es la primera vez

Pavel Durov no es un extraño en el mundo de las controversias. Antes de fundar Telegram, Durov fue el creador de VKontakte (VK), la red social más grande de Rusia, comparable a Facebook en Occidente. Sus problemas con el gobierno ruso comenzaron cuando se negó a entregar datos personales de los manifestantes ucranianos durante las protestas en contra del presidente prorruso Víktor Yanukóvich en 2014. Esta decisión lo convirtió en un enemigo del Estado ruso y, finalmente, lo llevó a exiliarse de su país natal.

Durov siempre ha mantenido una postura intransigente en cuanto a la privacidad y la libertad de expresión. Esto le ha ganado tanto admiradores como detractores en todo el mundo. En 2023, por ejemplo, Telegram fue suspendido temporalmente en Brasil por negarse a cooperar en investigaciones sobre la actividad de grupos neonazis en la plataforma. Este tipo de situaciones ha puesto a Telegram en el centro de un debate global sobre la responsabilidad de las plataformas digitales en la lucha contra el crimen.

Se puede decir que gobiernos como los de Rusia o Brasil tienen las buenas intensiones de poder combatir el crimen o la organización, expansión y difusión que guardan relación con hechos delictivos, pero el fondo no es más que cubrir unas falencias que tienen por haberse hecho cargo de la educación, o en el caso de Rusia, meterse incluso en la formación de la familia, un pilar clave y complementario que potencia para bien o para mal la educación.

Ese ímpetu dictatorial, agresivo y muy poco democrático por parte de los gobiernos es lo que lleva a chocar a Durov contra cualquier gobierno. Siempre aceptó que gobiernos a fines a sus pensamientos lo ayuden, pero nunca cedió ante ellos, lo que hizo enojar a más de algún mandatario. Es tan paradójica la historia, que en tierras donde se presume de la libertad, es donde es apresado.

¿Dónde termina la libertad y comienza la complicidad?

El arresto de Durov plantea una pregunta fundamental: ¿Quién es responsable cuando una plataforma es usada para cometer crímenes? ¿Es el CEO de la empresa responsable por no haber intervenido, o es la naturaleza misma de la plataforma, como una herramienta de comunicación, lo que debería estar bajo escrutinio?

Este debate es uno de los más populares de los tiempos que corren, pero debería de estar saldado con base en lo empírico. No se están arrestando a CEOs de las grandes telefónicas, cuyos servicios son base de grandes negocios ilegales en todo el mundo. No he visto una causa abierta a Apple o Google porque sus software son utilizados para usar apps que sirven para delitos. Creo que los CEOs de Samsung, Oppo, Huawei o Xiaomi están muy tranquilos porque no van a tener una demanda por el uso de sus productos en, por ejemplo, llamadas de extorsión.

Históricamente, las infraestructuras de comunicación como las líneas telefónicas, teléfonos o el ancho de banda de Internet han sido vistas como simples canales no moderados, sin responsabilidad directa sobre el contenido que transportan. Las leyes también permiten a los gobiernos cerrar sistemas que facilitan actividades criminales. La línea entre moderación y censura se vuelve cada vez más delgada, y el caso de Durov podría sentar un precedente que afectará a todas las plataformas digitales en el futuro.

Esto abre un lindo debate sobre cual es la vara que mide si una compañía corre el riesgo o no de tener a su CEO bajo amenazas y como en caso de Telegram, en prisión. ¿Por qué Durov huye de un país dictatorial como Rusia, se alía con EAU, otra gran dictadura y es apresado en Francia, un país de grandes libertades?

Hay un cambio filosófico claro en el criterio y las ideologías clásicas si se quiere, no nos están ayudando a entender. Es por eso que líneas teóricas e ideológicas como el Dataísmo, aplicado al caso como se puede ver en artículos como «Dataism arrested Pavel Durov» empiezan a darnos una dirección de por donde viene la cosa y nos empiezan a traer recuerdo de casos como el de Aaron Swartz entre otros.

Consecuencias globales

Las implicaciones del arresto de Durov van más allá de Francia. India, el país con mayor número de usuarios de Telegram, ya ha comenzado a investigar el papel de la plataforma en actividades ilegales. Corea del Sur ha endurecido sus leyes para combatir la distribución de deepfakes, un problema que ha alcanzado niveles epidémicos en los canales de Telegram. Estos casos destacan la creciente presión sobre las plataformas para moderar el contenido que circula en ellas.

A nivel global, la tecnología está transformando la manera en que nos comunicamos, pero también está creando nuevos desafíos legales y éticos. La capacidad de Telegram para operar en países como Irán, donde está bloqueado oficialmente, pero sigue siendo ampliamente utilizado gracias a sus sistemas de VPN y proxies, es un ejemplo de cómo las plataformas tecnológicas pueden desafiar la autoridad estatal.

Este es solo el capítulo más reciente de todo esto. Citamos a Aaron Swartz, que terminó quitándose la vida por un ideal. No hace mucho veíamos la extradición de King Dotcom, dueño de Mega, a los Estados Unidos para enfrentar cargos por inventar la plataforma más efectiva de descargar archivos que haya visto el internet de los 2000. Fuimos testigos de los interrogatorios a Mark Zuckerberg por el caso Cambridge Analytica e incluso Daniel Ek de Spotify en la serie «Playlist» de Netflix, anticipa su futuro con casi las mismas intensiones.

El caso Durov es no de los capítulos en esta serie que pese a tener muchas formas de ver el caso, se trata de un momento donde no se respeta la libertad de expresión, los gobiernos están tratando de tapar el sol con un dedo sin ver que el sistema que los tiene en el centro se cae a pedazos y está llegando el momento de asumir que existen otros mecanismo muchos más efectivos que el centralizar ciertas cosas como la educación en sus manos, están causando más desgracias que soluciones. Si la educación en valores (Familia) y en herramientas para la vida (Educación Formal) no dependieran de ellos, puede que Telegram, Facebook y en un futuro, Spotify no serían ningún problema.

Un dilema para el futuro

La detención de Durov es parte trágica de una larga batalla entre la libertad de expresión y la regulación gubernamental. Las decisiones que tomen los jueces franceses en este caso podrían desencadenar un efecto dominó que cambie la manera en que las empresas tecnológicas operan en todo el mundo.

La moderación excesiva puede ser vista como una herramienta de represión por parte de gobiernos autoritarios, la falta de moderación podría convertir a las plataformas en terrenos fértiles para el crimen y la desinformación. Pero no debemos caer una falta dicotomía de blanco o negro, es claro que el error es la falta de valores y educación donde los gobiernos no solo tienen casi toda la culpa, sino están errando en solución.

En última instancia, el caso de Durov podría redefinir el futuro de Internet. Las empresas tecnológicas, desde las redes sociales hasta las plataformas de mensajería, están ahora bajo el escrutinio de gobiernos que buscan equilibrar la libertad de expresión con la necesidad de mantener el orden y la seguridad. Este equilibrio es frágil, y cualquier decisión judicial en este caso sentará un precedente que podría cambiar las reglas del juego para siempre.

El arresto de Pavel Durov es un recordatorio de que, en el mundo digital, la línea entre libertad y responsabilidad es más borrosa que nunca. Cuando una visión más de libertad debería de estar marcando una línea más que clara. Mientras tanto, el mundo observa de cerca, consciente de que el futuro de la moderación en Internet, y quizás de la misma libertad de expresión, está en juego.


Por Milciades Balbuena. Periodista, marketer y amante de la tecnología.

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